Día 1 (Enero 2 de 2012) Bucaramanga (Santander)-La Paz (Cesar)
Distancia aproximada: 440 km
Tanqueando el primer día, entre Bucaramanga y Girón (Santander)
La jornada arrancó oficialmente a las 5:50 am de este día. César había alistado sus elementos en la cajuela Givi de su moto (Honda CBF 150): entre estos elementos estaban el Kit antipinchazos y un mapa del IGAC donde estaban ilustradas las rutas con precisión –de distancia y topográfico. Mis elementos los llevé en un morral que quedó ajustado a la parrilla de mi moto (Suzuki Vivax 115): además de lo mío llevaba una bujía, una farola, cinta aislante, y una cuerda. Partimos cerca de la Terminal de Transportes de Bucaramanga, y la primera detención fue en la bomba de gasolina vía a Girón. A las 6:10 am arrancamos, rumbo a El Playón (Santander) para el desayuno. Tomamos la ruta por Chimitá, la carretera se ofrecía fatua y sin tránsito, excepto en el tramo Rionegro-El Playón, donde los huecos nos hacían demorar un poco. Una Porsche Cayenne nos sobrepasó de forma chabacana, por el carril contrario, inclusive golpeó su propia defensa trasera con los tantos huecos del lugar. Ningún incidente hasta ese momento. Desayunamos a las 7:30 am, y partimos hacia San Alberto (Cesar); arrancando desde El Playón, la carretera se veía en buenas condiciones, hasta Límites. Entre Límites y La Esperanza (Norte de Santander), la carretera nuevamente presentaba bastantes huecos: es un descenso considerable. Finalmente superado este tramo, arribamos a las 9:35 am a San Alberto (Cesar) sin ningún problema, excepto que mi motocicleta, la Centella (Vivax 115) estaba consumiendo más gasolina de lo presupuestado; me daba la impresión que algo no estaba completamente bien en mi carburador. Por tanto, decidí detenerme cada 80-100 kilómetros a fin de llenar el tanque que de por sí es pequeño (más o menos 1.2 galones de capacidad). Por tanto, la siguiente parada fue en Aguachica (Cesar), para llenar el tanque nuevamente e hidratarnos. Sabido es que desde San Alberto, la ruta deja de tener tantas curvas y se hace llana. A Aguachica llegamos a las 10:40 am y partimos cerca de las 11:20 am. La siguiente parada fue en Pailitas (Cesar), a las 12:22 pm, para efecto de tanqueada y almuerzo. La moto de César contaba con la ventaja de que su tanque es de mayor capacidad, lo que significaba respecto de él menos paradas. No obstante, de acuerdo a nuestro promedio de velocidad, estábamos alcanzando aproximadamente unos 65-75 km de distancia en cada detención, ocurrida casi cada hora. Por fortuna, entonces, las relativamente intermitentes detenciones por mi tanqueo no estaban obstruyendo el plan inicial de promedio de velocidad vs. distancia de paradas. De otra parte, por algunos momentos utilicé una técnica que aprendí de Top Gear: hacerse detrás de un camión grande que va a gran velocidad, a unos 15 o 20 metros: la intensa brisa que produce es por la fricción de sus llantas, y al mantener uno esa distancia se siente que el camión lo está arrastrando. De hecho, todo el tráfico por ese sector va a más de 90 km/h; esa técnica sirve para ahorrar combustible sin perder velocidad, sin embargo no se puede hacer siempre, y toca estar muy concentrado a cualquier cambio.
En Pailitas (Cesar), cerca al medio día del primer día de viaje
Cerca de la 01:30 pm nuevamente tomamos rumbo. Atravesamos Curumaní (Cesar), y en el caserío denominado San Roque, desviamos a mano derecha para tomar hacia Valledupar. Aproximadamente a las 02:40 pm llegamos a la Jagua de Ibirico (Cesar), alli paramos para hidratarnos, estirarnos, y reconocer un poco el lugar. Luego, llegamos a Codazzi (Cesar): no fuimos por la carretera principal sino que atravesamos el municipio. Desde la Jagua en adelante, sólo encontraríamos gasolina venezolana vendida informalmente; por supuesto, es más económica pero se consume más rápido que lo normal –al menos esa fue nuestra impresión-. A Codazzi arribamos a las 3:20 pm. De allí, la carretera que por cierto estaba bastante sola, nos condujo a San Diego (Cesar). De este periplo comprendimos que la Jagua era el municipio más comercial de los tres, aunque San Diego era el más bonito. Codazzi se mostraba un tanto abandonado. Finalmente, llegamos a La Paz (Cesar) aproximadamente a las 05:30 pm. El plan original era llegar a Valledupar, para conocer su río y conocer la ciudad –nunca hemos estado allí-, pero por un error de orientación, proseguimos la carretera que conducía a La Guajira. De ello me di cuenta cuando cruzamos el límite –iba detrás de César-. Pude alcanzarlo para consultar el mapa y darnos cuenta de nuestro error. Nos devolvimos a La Paz, y después de dialogar, concluimos que pasaríamos la noche en dicho municipio, que de por sí era bastante agradable, con un bonito clima. A La Paz arribamos –de vuelta – a las 6:15 pm. El lío era encontrar hospedaje, pero finalmente, a trancas y mochas, encontramos uno, consistente en un caserón gigantesco. Por comida no debíamos preocuparnos: la zona es ganadera y se vendía carne por todos lados. Más bien el objetivo ahora era consultar detalladamente el mapa para evitar estas equivocaciones que al menos, en este caso jugaron a nuestro favor: sucede que Valledupar no es ruta principal, la carretera principal prácticamente termina allí, luego la estadía en La Paz fue la mejor posible para pernoctar. Cómodas camas y hasta el siguiente día.
Día 2 (Enero 3 de 2012) La Paz (Cesar)-Uribia (La Guajira)
Distancia aproximada: 240 km
Partimos aproximadamente a las 6:30 am. Consultamos a la gente local qué tanto podríamos conseguir gasolina en el trayecto al Cabo de la Vela, y nos informaron que por eso no deberíamos preocuparnos, pues ésta llega prácticamente desde la Península. La Paz es entonces el último municipio del Cesar, a pocos kilómetros de distancia se encuentra el límite con el Departamento de La Guajira. El primer municipio al que llegamos fue a Villanueva, proseguimos para detenernos en San Juan del Cesar (La Guajira) para desayunar. Antes de este tramo tuve un pequeño incidente con un bus de Copetrán que me acosó un tanto para darle vía. Este bus se detuvo luego en el lugar donde paramos a desayunar y resultó que el conductor era vecino mío. A este punto arribamos aproximadamente a las 7:45 am, de allí arrancamos casi a las 8:00 am y después pasamos por Barrancas y Fonseca (con parada de gasolina incluida). En Fonseca (La Guajira) encontramos el primer semáforo desde que salimos de Bucaramanga (Santander), hecho bastante curioso si se considera que a ese punto ya habíamos recorrido más de 500 km (y más si se tiene en cuenta que técnicamente eran 4 departamentos por los que habíamos pasado). Después de Fonseca pasamos por Hatonuevo, en donde nos detuvimos para consultar el mapa. El paisaje de La Guajira es muy bello por cierto, y por tanto, durante este recorrido deleitamos nuestra vista por estas carreteras: un cielo absolutamente azul, unas llanuras pintorescas, y la carretera que permitía mirar todos estos detalles sin dejar de acelerar. La vegetación también es algo digno de recordar: árboles y praderas de embrujo; contrario a lo que creíamos hasta este punto, el clima era bastante agradable.
Los agradables paisajes de la Guajira: cerca a Villanueva, en el segundo día de viaje.
Vimos entre Barrancas y Fonseca la cicloruta probablemente más larga del país. Al consultar el mapa, observamos que la vía principal es Hatonuevo-Cuestecita-Albania, y que debíamos llegar hasta Cuestecita para hacer un giro en dirección occidente para llegar a Uribia. De lo contrario, o bien llegaríamos a Riohacha o de proseguir, llegaríamos a Maicao. A pesar de estas advertencias, tomamos nuevamente la ruta equivocada, y tuvimos qué retrazarla (y valga el juego de palabras: retrazo significó retraso). Finalmente encontramos la desviación correcta, rumbo al punto denominado como Cuatro Vías. A Cuestecita arribamos aproximadamente a las 10:15 am. Pronto observamos el aviso de que la vía era privada, que pertenece a la empresa Cerrejón.
Kilómetros más adelante nos tocó detenernos, en una glorieta gigantesca que nos desorientó un tanto, puesto que señalaba sendos caminos a Maicao y Riohacha, dos puntos casi equidistantes y opuestos a esa altura. Consultamos el mapa y finalmente, dimos con la salida correcta y llegamos hasta Cuatro Vías, a través de una carretera realizada a regla. Con una velocidad superior a 90 km/h, afortunadamente pude sobrepasar por un hueco grande que estaba en plena vía –creo que si hubiera ido a menor velocidad hubiera quedado atascado pero por ir a esa velocidad no lo pude esquivar-. Íbamos rápido porque teníamos cierto deseo (por desconocimiento más que todo) de alcanzar ese día a llegar al Cabo. Finalmente, en el punto Cuatro Vías, nos hidratamos además de tanquear mi moto. A este punto llegamos aproximadamente a las 11:20 am. Desde allí hasta Uribia faltaban aún 37 km. Esta distancia la recorrimos a una buena velocidad, por eso llegamos a Uribia aproximadamente a las 12:00 del mediodía. Pudimos observar el tren de carbón en toda su extensión. Almorzamos en Uribia, y dialogamos en torno a si seguir el camino hacia el Cabo de la Vela o pasar ahí la noche, concluyendo entonces mejor lo segundo, dado que no teníamos certeza de cuánto demoraríamos en llegar hasta el Cabo y lo más grave aún, allá quizás no encontraríamos hospedaje; así mismo, dado el caso de que pudiéramos llegar al Cabo ese día, serían pocas horas de disfrute del mar.
Cerca a Cuatro Vías (Guajira), en el segundo día de viaje, junto al tren.
En Cuatro Vías. Faltaban aún 37 Km para llegar a Uribia antes del mediodía del segundo día de viaje
Por tanto, la siguiente tarea fue encontrar alojamiento: en Uribia solamente hay tres lugares de alojamiento, el Hotel –lujoso, por cierto, me recordó al antiguo Hotel Bucarica-, la Casa Hotel que se llama Refugio Pantu –también lujosa-, y el Hospedaje, algo más sencillo pero bastante cómodo. Estos tres lugares estaban repletos, pero afortunadamente en el tercer hospedaje había una habitación de camarotes, por tanto logramos el cometido.
En las Vías del tren, en Uribia.
Pasamos la noche de ese día martes en Uribia, con un clima acogedor y plácido: apenas cálido sin llegar a un calor desbordante, y suficientemente seco y venteado que nos señalaban que estábamos cerca al mar. Tuvimos qué compartir la habitación con una bogotana, quien a última hora llegó: eso nos ilustró qué tan difícil fue haber encontrado un lugar de paso y cómo hubiera sido si nos hubiéramos arriesgado a seguir derecho al Cabo.
Confortable habitación del Hospedaje, en Uribia.
Día 3 (Enero 4 de 2012): Uribia (La Guajira)- Cabo de La Vela (La Guajira)- Uribia
Distancia aproximada: 200 km
Nos invadía una cierta ansiedad de llegar lo más pronto al mar, pues ya teníamos muchos kilómetros a cuestas. Por ello, partimos a las 6:00 am de ese miércoles: la noche anterior conseguí un botellón de gasolina que amarré al asiento trasero de mi moto para prever la necesidad de tanquear en el camino. Sin embargo, no bien hube recorrido 5 km desde Uribia, tuve qué detenerme. Mi motocicleta no era apta para ese terreno de piedra suelta y baches, cada salto lo sentía en el corazón: las pastas de la moto vibraban de forma horrible al pisar cada piedra. Por tanto, nos devolvimos al hospedaje en Uribia para dejar mi motocicleta, y extraer de la moto de César lo que no íbamos a usar. Sólo llevamos con nosotros el kit antipinchazos, 4 botellas de agua, alimento como desayuno, toallas y bloqueador solar. Así que partimos otra vez pero en la moto de César aproximadamente a las 7:30 am. La primera parada la hicimos en el desierto, para desayunar, a las 9:00 am.
Vía al Cabo de la Vela. La vía es destapada, la Vivax no pudo recorrer este camino.
Nuevamente, la vía era una recta pero de piedras y baches: íbamos confiados aproximadamente a 80 km/h en ese trayecto cuando de repente atravesamos un hueco gigantesco que casi nos hace caer. En este incidente me lastimé el pulgar de la mano derecha (me golpeé con una varilla al rebotar la parte trasera de la moto sobre el bache). Otro incidente que tuvimos fue que atamos mal las botellas de agua a la parrilla de la moto y cuando me percaté por la sombra, observamos que sólo nos quedó una botella. Cuando nos detuvimos, a la distancia, atrás, habían algunos indígenas wayúu que celebraron quedarse con nuestra agua. Bien por ellos, y ahora, nosotros tendríamos qué arreglárnosla. La falta de líquido supuso ser un problema cuando el sol empezó a calentar más. Además, a veces nos tocaba ralentizar porque los niños wayúu colocaban cuerdas a lado y lado de la vía para detenernos –y detener a todos los que recorren la vía- para pedir monedas o cosas: estas cuerdas las solían poner frente a sus rancherías. La vía no llega directamente al Cabo de la Vela, aunque para llegar hay varias desviaciones, de las cuales nos aconsejaron que no tomáramos ninguna, puesto que nos podíamos perder, y ahora, más que estábamos sin agua sería un completo desastre.
En el Desierto. Al fondo, algunas rancherías. Habíamos perdido el agua y hacía demasiado calor
La vía llega entonces directamente a Puerto Bolívar, que es un puerto privado de la empresa Cerrejón. Allí nos tomamos una foto, en conmemoración a que es el punto más septentrional en carreteras de Colombia. Allí se nos indicó que debíamos devolvernos uno o dos kilómetros hasta encontrar un paso a nivel con la ruta férrea, para luego tomar una desviación que cruza por el Parque Eólico (que son 15 molinos de viento que supuestamente instalaron para generar energía eléctrica). Aparentemente, desde el punto en que desviamos hasta el Cabo eran 15 o 16 km, pero la carretera se puso muy difícil, pues el viento y la erosión crearon gradillas y dunas a lo largo del camino. Fue un trayecto muy doloroso, y ya estábamos algo ansiosos por llegar o encontrar agua.
En Puerto Bolívar. Aquí terminan (o inician) las carreteras del Norte de Colombia
Cruzando el Parque Eólico. El camino empezó a hacerse más difícil por las condiciones del terreno y del clima.
Habían muchos viajeros, cosa que nos daba algo de calma porque eventualmente encontraríamos agua o llegaríamos al destino en cualquier momento. Siguiendo el camino encontramos un hostal frente al que nos detuvimos, para pedir agua, pero estaba deshabitado. Decidimos tomarnos la botella que nos había quedado y seguir avanzando a ver qué sucedía. Algunos minutos más adelante, y siendo por ahí las 11:50 am, finalmente encontramos una tienda y pedimos dos Coca Colas que nos engullimos sin respirar, nos las tomamos como lo que eran: dos Coca Colas en el desierto. Allí, cruzando la tienda, había una esquina, y tras de esa esquina un muro que nos impedía ver la playa, pero finalmente, helo allí: el hermoso mar, el hermoso Cabo. Bellísimo mar de colores, en una playa extensísima de arena dorada, bajo un sol deslumbrante. Y lo mejor, habían lugares para tomar, para comer, hospedajes… Pese a todo, El Cabo sigue siendo exclusivo y por tanto no va mucha gente, los turistas viajan más que todo en Land Cruiser 4x4. Tuve la idea de meter la moto de Cesar en la playa, y tomarle una foto. No me creía estar en tan maravilloso lugar y después del esfuerzo de casi 900 km de recorrido. Si los navegantes del siglo XV gritaban: “¡Tierra, tierra!”, yo grité: “¡Mar, mar!”
La Moto de César en el Cabo de la Vela.
Finalmente, lo habíamos logrado...
Allí en el Cabo almorzamos muy bien, y luego, emprendimos un periplo por los alrededores: El Faro, el Ojo de Agua y El Pilón de Azúcar. Algunos tramos no los pude recorrer en la moto de César porque le era difícil conducir la moto en las dunas y en verdaderos riscos, lo que me obligaba a trotar o caminar en el desierto: esta experiencia es hermosa y alucinante, se siente como caminar en la Luna o en Marte. Vale demasiadísimo la pena volver a ese lugar, es una joya y merece ser preservada. Finalmente, emprendimos el regreso a las 4:45 pm.
Rumbo al Pilón de Azúcar, Ojo de Agua y Faro...
Al Atardecer desde el Faro.
Ese trayecto fue considerablemente difícil, teniendo en cuenta que atravesamos el desierto en horas de la noche, a la expectativa de no quedarnos pinchados, varados o que no nos sucediera algo por el estilo. Valga indicar que antes de devolvernos una Toyota Hilux sufrió un accidente en esa carretera, y se volcó. Así de difícil era esa vía por la arena, las dunas, las gradillas y las piedras. Pero afortunadamente, con todo, llegamos a Uribia a eso de las 7:15 pm; eso sí, con bastante esfuerzo: además contábamos con la ventaja que la moto de César tiene luces HID. Estábamos afanados por llegar porque antes de Uribia hay algunas antenas que parecen alumbrado público, y como estaba totalmente oscuro, pensábamos que se hacía interminable el camino, pero cuando vimos el cruce de trenes y la desviación a la izquierda, no podíamos fallar más. Entramos al pueblo jubilosos pero lamentablemente, donde dejé mi moto ocuparon todas las habitaciones: no nos reservaron la habitación de la noche anterior (también por descuido nuestro), y por tanto, se veía algo oscuro el horizonte porque pensábamos que nos íbamos a quedar en la intemperie. El Hotel estaba copado, y la Casa Hospedaje Refugio Pantú estaba llena, pero nuevamente, con mucha fortuna, pudimos quedarnos allí: en la Casa Hospedaje nos alquilaron dos chinchorros. Es muy agradable dormir en chinchorro: pude relajar mi espalda del dolor del recorrido por el desierto. Sin embargo, el dedo siguió muy inflamado y me impedía apretar cosas.
Día 4 (Enero 5 de 2012): Uribia (La Guajira)- Santa Marta (Magdalena)
Distancia aproximada: 265 km
Resolvimos la noche anterior no madrugar tanto para partir, debido a que necesitábamos recuperar fuerzas de la jornada en el desierto. Así que salimos aproximadamente a las 8:00 am de Uribia, nuevamente al punto Cuatro Vías: de Uribia a Cuatro Vías son 37 km, como ya se dijo. Amanecí con el pulgar amoratado e hinchado, lo que me causaba dolor y algo de impedimento para frenar o acelerar, pero no podíamos detenernos por este detalle.
Chinchorros en Refugio Pantú. Ciertamente ayudaron a relajar...
Desde allí partimos hacía Riohacha, que estaba aproximadamente a 65 km de distancia. La carretera, bajo ese cielo azul, era un poco más curvada que las de las últimas dos jornadas, sin embargo, tuvimos grandes posibilidades de aceleración. No obstante a veces el tráfico impedía que fuéramos rápido, pues los buses se llevan todo por delante y por eso en ocasiones bajábamos la velocidad, cedíamos el paso y cosas así. Ya habíamos desayunado en Uribia, lo que nos ahorró suficiente tiempo para llegar relativamente temprano a Riohacha (La Guajira): más o menos a las 10:00 am. Cabe señalar que a lo largo de todo el recorrido había bastante fuerza pública: me daba sensación de seguridad aunque también me ponía a pensar para qué se necesitaba tanto pie de fuerza en la vía. Riohacha es muy bonita, no tiene qué envidiarle nada a ninguna de las otras ciudades costeras del país. Mención especial merece las palmeras de la Playa de Riohacha, junto a la avenida Primera de Mayo: esos cocoteros fueron sembrados por mi papá y su compañía de fusileros del Batallón de Riohacha hacía ya como 40 años (papá, te quedaron bien sembraditos). En la playa tomamos unas “cervezas de la victoria” para festejar y subir el ánimo por la jornada en el desierto que superamos. El mar era oleado y muy agradable. Almorzamos en un restaurante junto a la playa, y de allí, hicimos una caminata por el muelle.
Entrada a Riohacha
César en su Honda, a metros de ingresar a Riohacha (Guajira)
Lo mismo yo... mi motocicleta (Vivax) está adelante...
Playa de Riohacha. Larga fila de Cocoteros...
Cervezas de la Victoria!
Muelle de Riohacha.
Luego, abordamos las motos para buscar un taller para cambiar el aceite. A este punto llevábamos más de 1000 km. De allí, partimos para Santa Marta. El camino presentaba cierta particularidad con los vientos, había que tener cierto cuidado porque se sentía como si se fuera a correr la moto. Entre Riohacha y Santa Marta había una distancia de 165 km, según las señales de tránsito. Salimos entonces aproximadamente a las 3:00 pm de Riohacha, pero esta vez el sol empezó a calentar demasiado, nos tocó hacer algunas paradas para rehidratarnos. Más adelante, a la salida de la ciudad y cuando el tráfico se aminoró, el clima se puso de nuevo agradable. Y no para menos: al frente se veía fastuosa la Sierra Nevada de Santa Marta en su plenitud, se podía tener una visión favorable de la Sierra ya que el sol prácticamente estaba encima o por detrás de la inmensa montaña. La carretera además era bastante agradable aunque debíamos andar con cierto cuidado porque el sol nos estaba dando casi en los ojos. Como el destino era Santa Marta, pasamos de largo por lugares que merecen la pena ser visitados, tales como el Parque Nacional de los Flamencos y la playa Camarones. Cuando pasamos por los lados de la desviación a Dibulla, el camino se hizo un poco más rápido: ya el sol no nos daba de frente, el clima cambió a fresco, y pasaban por allí bastantes ríos cristalinos, entre esos recuerdo el río Jerez. Proseguimos el camino a una buena velocidad, pero algo estaba pasando: todas las bombas de gasolina estaban cerradas. De repente el camino se nos puso algo despoblado, excepto los viajeros que quizás iban al Tayrona o a Santa Marta. Pasé de corrido por un caserío donde vendían gasolina venezolana: terrible error, además, el botellón de gasolina que había atado a mi moto se lo había dado a César al salir de Uribia. Después de eso, nos detuvimos en un estuario donde golpea el mar Caribe contra un acantilado: es tal la fuerza del mar que la carretera está a una altura de 30 metros y sin embargo se forma una bruma parecida a una llovizna. Además, es muy gratificante conducir en moto en un atardecer así, junto al mar: apto para llevar una compañera y tomarse un vinito en el ocaso. Esa parada la hicimos aproximadamente a las 5:45 pm.
En el Acantilado, antes del Parque Tayrona
Partimos de allí a las 6:10 pm, aproximadamente, y como a los 15 minutos, mi moto empezó a toser impetuosamente, sabía lo que estaba sucediendo y que no quería que sucediera: me quedé sin gasolina. Pensé hasta lo peor: que la gasolina tenía también mugre y me había taponado el carburador. Ya estaba considerablemente oscuro, así que me puse el chaleco reflectivo y puse el starter en On, para encender las direccionales. Me tocó empujar la moto aproximadamente 700 metros. Estaba algo cansado de empujar pero no entré en pánico: el lugar estaba a oscuras, era bastante solo y despoblado, y los carros pasaban a una gran velocidad. Un Kia Stylus blanco se detuvo a mi lado: placas de Ibagué; se abre una puerta y una copiloto me pregunta: “¿Disculpe, estamos cerca al Tayrona?”-Entonces le respondí: “Estamos antes de Guachaca y cerca de Buritaca, así que probablemente están a unos 20 o 30 km de llegar”, y antes de que pudiera decirles: “¿Me podrían regalar una gota de gasolina?”, rápidamente se cerró la puerta y arrancaron, y quedé allí. Seguí avanzando. Al fondo se veía una luz urbana: llegué a un caserío. Sin embargo, en el caserío no habían bombas ni vendían gasolina; me dijeron que lo más cercano era Pueblonuevo, “a 20 minutos en moto y como a dos horas a pie”. César había seguido derecho, le timbré pero no contestó. Sin embargo, después de insistir como 15 minutos, finalmente una señora dueña de una planta eléctrica me vendió ¾ de galón de gasolina a $10.000. No importaba el precio, la saqué barata ante semejante situación. Partí de allí aproximadamente a las 6:50 pm. Mi moto no tiene luces HID, y por lo contrario, tiene una pálida luz blanca que no me deja ver bien la carretera. Así que hice ese recorrido solo, casi en la oscuridad, guiándome por los carros a la distancia y por las líneas de la carretera. Para tener algo de mayor seguridad, ponía las luces altas y luego las bajas casi intermitentemente, para calcular qué tan largo era el tramo, donde venía la curva y así. Pasé Guachaca y la entrada del Mendihuaca, el puente sobre el río Piedras y entonces deduje que no podía estar más de 20 km de distancia de Santa Marta. Y en efecto, más adelante en el peaje estaba el aviso. En esa oscuridad puedo afirmar sin temor alguno que yo era el único motociclista allí, y que los municipios o caseríos a lo largo de la vía estaban muy solos. Llegué finalmente a la ciudad a las aprox. 7:40 pm. Me dirigí rápidamente a la Terminal de Transportes a reclamar un giro que me había autoenviado desde Bucaramanga. Luego me comuniqué con César: estaba en la Bahía tratando de buscar hospedaje. Pude reunirme con él casi a las 8:30 pm, pero la ciudad estaba hecha un caos: todo estaba cerrado, la gente estaba agolpada en la playa de la Bahía, que aún tenía la iluminación navideña. Sólo pudimos conseguir una habitación en malas condiciones y muy cara. Afortunadamente, mi tío Jaime –quien merece una muy especial mención en esta bitácora- nos permitió alojarnos en su casa. Llegamos a su casa después de algunos inconvenientes de orientación por parte de César casi a las 9:45 pm. En el ínterin llené mi tanque de gasolina en la única bomba de gasolina que encontré abierta en la ciudad: el expendedor me explicó que la ciudad estaba en paro armado, y que todos los locales estaban cerrados porque habían amenazado. Por fin, llegamos a casa de mi tío, a quien desde esta bitácora le saludo y deseo bendiciones a él y su familia.
Día 5 (Enero 6 de 2012): Santa Marta (Magdalena)
Día de licencia.
Mi tío Jaime. Gracias!
Ese día cayó un viernes, y los viernes, en Santa Marta, existe una restricción o pico y placa para las motos cuyas placas terminan en 7, 8, 9 y 0. Por tanto, ese día yo no podía usar mi moto desde las 6:00 am hasta las 7:00 pm. Ese día estaba presupuestado descansar en Santa Marta, así que en horas de la mañana visitamos la Quinta de San Pedro Alejandrino. En horas de la tarde, nos dirigimos en la moto de César hacia la bahía, para apreciar el puerto y otros lugares. De allí, partimos hacia Rodadero, aunque nuestra estadía en la playa no duró mucho: demasiada gente. Media Colombia estaba en ese lugar, y esto hacía que el lugar luciera algo contaminado. Sin embargo, al ocaso y en pleamar se pudo disfrutar algo más: empezaron a salir las olas en tanto que las gentes se empezaban a retirar. La ciudad estaba militarizada, el centro estaba lleno de soldados y policías. Volvimos al anochecer a casa. Una deliciosa comida. De nuevo, gracias tío y a tu familia: Rosita, Karen y Milver. Los aprecio.
En San Pedro Alejandrino...
En la Bahía de Santa Marta
Atardecer en Rodadero...
Día 6 (Enero 7 de 2012): Santa Marta (Magdalena)-Cartagena (Bolívar)
Distancia
aproximada: 230 km
Nuestros apreciadísimos anfitriones nos ofrecieron un grato desayuno, antes de partir de allí, aproximadamente a las 6:20 am. Seguimos las indicaciones de mi tío para llegar a la vía principal sin entrar a Rodadero, sino pasar directamente hacia Ciénaga (Magdalena). Este pasaje nos ofreció una linda vista una vez más, a nuestro lado izquierdo la Ciénaga Grande de la Magdalena, y a nuestro lado derecho, el mar. Había que tener mucho cuidado con el viento: ese día salí con un chaleco que me queda algo holgado, y por eso parecía que tuviera una vela de galeón encima de la moto y casi me ponía a merced de la brisa. Nos detuvimos entonces al lado de la vía para tomar alguna foto y para cambiarme de ropa.
Entre Santa Marta y Ciénaga (Magdalena). Al fondo, un poco, la Sierra Nevada
Vientos muy fuertes...
... que me obligaron cambiarme de buzo, más ajustado...
Aproximadamente a las 8:15 am llegamos a Barranquilla (Atlántico). Nos detuvimos en el Puente Pumarejo (aunque su nombre oficial sea Laureano Gómez, vaya nombre), para mirar el puerto y el Río Magdalena. Sin embargo, no entramos a la ciudad, sino que seguimos de paso. Pasando por una verdadera autopista, había un aviso verde que indicaba la Vía del Mar, que nos conducía a Cartagena. Pero después de esos avisos verdes, observé un aviso blanco a la derecha: Cartagena.
Entrada a Barranquilla, justo antes de tomar el Puente Pumarejo
Al fondo, Puerto de Barranquilla, desde el Puente Pumarejo
Cruzando el Puente...
Entrada a Barranquilla, a las 8:15 am.
Era la oreja de un puente, y pues la tomé. César me siguió y adelante me detuvo. Me preguntó que por qué había tomado esa alternativa, y le expliqué. Él no estaba seguro de haber tomado la ruta correcta, así que entonces preguntamos a un motociclista: “¿es ésta la ruta hacia Cartagena?”, “¿es ésta la Vía de la Cordialidad?” Ambas respuestas fueron afirmativas, pero luego nos dimos cuenta que la Vía del Mar no era la misma Vía de la Cordialidad; César quería recorrer la Vía del Mar para correr junto a la playa. Sin embargo, esa desavenencia se nos resolvió con el hecho de que la Vía del Mar llega directamente a Cartagena, en cambio la de la Cordialidad pasaba por muchos municipios en donde podríamos alojarnos, ya que preveíamos que en Cartagena era imposible buscar alojamiento y a un precio asequible. Así que pasamos por Clemencia, Santa Catalina y Luruaco, todos estos municipios del Departamento de Atlántico justo antes de ingresar al Departamento de Bolívar. En Luruaco nos detuvimos aproximadamente a las 9:45 am para estirarnos y comer algo mientras consultábamos el mapa.
Arepa'e huevo en Luruaco (Atlántico). Buenas medias nueves...
Laguna de Luruaco.
Resolvimos quedarnos en un caserío o vereda llamada Bayunca, ya en Bolívar, a casi 15 km de Cartagena. Al tomar esa ruta se pasa a un lado de la Laguna de Luruaco, y así, aproximadamente a las 11:00 am llegamos a Bayunca. Encontramos hospedaje en una parada de camiones bastante cómoda por cierto. Nos instalamos en la habitación y nos deshicimos de lo que no íbamos a llevar a la ciudad. Posteriormente entramos a los límites de la ciudad a las 11:45 am. Atravesamos Cartagena por la Avenida Pedro de Heredia, lo que es un completo caos: están construyendo un sistema de transporte masivo pero no hay delimitación, la semaforización es mediocre y hay momentos en que el tráfico se confunde en un contraflujo infernal. En medio de esta locura sin embargo, llegamos a un restaurante para almorzar, y luego, aproximadamente a las 12:45 pm, llegamos a la parte histórica.
Entrada a Cartagena.
La puerta del Reloj. Por la Puerta Balsameda ingresamos a la parte Histórica...
En la Parte Histórica
En el Parque de Bolívar-Banco de la República
Palacio de la Inquisición
Iglesia de Santo Domingo
Sobre la Muralla
En la Playa Bocagrande...
Un policía nos detuvo: no podíamos ingresar en moto, así que nos tocó llevarlas caminando hacia un parqueadero. Accedimos a la parte histórica desde la Plaza Cervantes, frente a la Torre del Reloj. Atravesamos la Puerta Balsameda y en adelante, tomé tantas fotos como pude. El centro histórico de Cartagena es, de lejos, la parte urbana más bonita del país. Subimos a la muralla y oteamos la orilla. El mar llega furioso contra los rompeolas. Finalmente, a las 3:30 pm llegamos a Bocagrande. El mar estaba muy agradable, oleado y claro. Partimos de Cartagena aproximadamente a las 7:00 pm. Una vez más tomamos la ruta por la citada Pedro de Heredia, más caótica porque el tráfico de motos era más intenso y los buses estaban en guerra del centavo. Al fin, llegamos a nuestro hospedaje en Bayunca a las 7:50 pm. Y a descansar. Respecto de las otras zonas costeñas, nos dio la impresión de que Bolívar era de clima más caliente, cosa que no fue problema gracias al aire acondicionado de la pieza. En las noticias vimos que ese día empezaba un Festival de Música en Cartagena, luego lo más granado de la aristocracia y burguesía artística en Colombia estaba allí. Interesante… En las noticias de la 9 pm informaron que había una situación de orden público en municipios de Córdoba, Urabá, algunos de Bolívar y Magdalena. Ah, bueno, mañana teníamos que pensar en eso, esa noche era sólo descansar y retomar fuerzas.
Día 7 (Enero 8 de 2012): Cartagena (Bolívar)-Curumaní(Cesar)
Distancia aproximada: 380 km
De lejos, la ruta más agotadora de todo el recorrido. El hospedaje en Bayunca queda al lado de una bomba de gasolina, por tanto tanqueamos allí mismo. Partimos aproximadamente ese domingo a las 7:00 am y tuvimos qué retomar la ruta hacia Cartagena, que es una autopista doble carril. Antes de entrar a la ciudad hay una glorieta, tomamos una de las desviaciones. Aproximadamente entre Bayunca y Cartagena hay 15 km de distancia, y desde el punto de la glorieta, el primer municipio al que llegamos fue a Turbaco, como a 27 km. Allí preguntamos cómo estaba el camino y se nos dijo que en buenas condiciones. Luego, aproximadamente a 10 km, estaba Arjona (Bolívar). Allí llegamos como a las 8:10 am, a desayunar (arepa’e huevo).
Arepa'e huevo en Arjona. Buen Desayuno!
Partimos a eso de las 8:30, y en efecto, el camino estaba en buenas condiciones: sólo el tramo Cartagena-Arjona nos parecía regular hasta ese punto. Pasamos por Gambote, Sincerín, y Cruz de Viso: entre Gambote y Sincerín hay un larguísimo puente que sobre pasa el Brazo de Loba, en un amplísimo y bello estuario; Malagana (interesante porque allí está la desviación hacia San Basilio de Palenque que queda a 22 km de ese punto, patrimonio cultural de la humanidad según UNESCO); San Jacinto; San Juan Nepomuceno, y luego, nuestro punto de interés, Carmen de Bolívar. Hasta este punto llevábamos un aproximado de 120 km, y habíamos llegado a las 10:30 am. Un pueblo pequeño de clima cálido, con una gran iglesia amarilla (en latín dice que está dedicada a la Virgen del Carmen).
Iglesia de Carmen de Bolívar
En detalle...
De Carmen de Bolívar proseguimos la vía, que se veía en excelentes condiciones, por unos 15 minutos, hasta que nos percatamos que esa vía era la que conducía a Ovejas, Tolú, Cereté, Sincelejo y Medellín (con razón). Nos tocó devolvernos pero eso quizás significa que alcanzamos a cruzar el Departamento de Sucre. ¿Por qué no? Entonces regresamos a Carmen de Bolívar y le preguntamos a un policía de carreteras la ruta hacia Zambrano y Plato. Nos indicó que más adelante había una desviación a nuestra derecha, desviación que no vimos de ida porque había demasiado tráfico en el lugar. Tomamos la desviación y de inmediato, la carretera pasó de excelente a buena, y luego de buena a regular. Demasiados huecos que hacían que los conductores cometieran muchas imprudencias, tales como adelantar en curva y a desnivel, a la buena de Dios. Además, por allí estaba pasando todo el tráfico pesado entre la Costa y el interior del país, ya que la ruta de Bosconia-Ciénaga estaba reservada para viajeros. Así que nos tocó lidiar con tractocamiones y huecos por ese curvilíneo camino. En esas, un Kia Picanto de placas bogotanas que iba delante nuestro frenó de forma intempestiva en pleno descenso: íbamos detrás de él y casi lo colisionamos: me tocó frenar fuertemente y el pulgar de la mano derecha se resintió. Luego ese conductor jugaba a no dejarme pasar. Sin embargo, pude hacer una maniobra y picar la moto. Así, entre esos vaivenes, llegamos a Zambrano. Hasta este punto, todo el mundo, incluyéndonos, creíamos equivocadamente que el paso entre Zambrano (Bolívar) y Plato (Magdalena) se hacía por ferry (al menos únicamente por ese medio), para cruzar el Magdalena. Al proseguir el camino vimos una larguísima fila de tractomulas que medía kilómetros: eso nos hacía pensar más que todos esos conductores estaban esperando turno para abordar el ferry, pero al continuar, algunos kilómetros más allá, estaba un puente de casi 1000 metros de largo que cruza el Magdalena. Me detuve a tomar foto aproximadamente a las 11:45 am, sobre la inmensidad del río.
Río Magdalena entre Zambrano (Bolívar) y Plato (Magdalena)
Sobre el puente (1 km de largo)
Al final del puente hay un peaje, y entonces más adelante, una bomba de gasolina. Hacía un sol canicular: tanqueamos y le preguntamos al expendedor que por qué tantas tractomulas detenidas. La razón, un accidente. Una pareja que iba en una motocicleta fue arrollada por un camión, quedaron en plena vía y el conductor del camión intentó emprender la huida. Sin embargo los habitantes de Plato lograron detener el camión e incendiarlo (!!!). Luego, el ejército trató de intervenir y resultaron heridas tres personas. El asunto entonces era muy grave y además eso dejaba entrever el orden público de esos municipios. Seguimos adelante, y allí pudimos apreciar el camión Kodiak incendiado y las pertenencias de los occisos en la vía (ya los habían retirado). Varios kilómetros más adelante, a las 12:40 pm, paramos en un restaurante: nos sirvieron tanta carne que una gran porción la llevamos para la comida (bástese recordar que sigue siendo una muy importante zona ganadera). Allí a ese restaurante llegó un escuadrón ESMAD, iban hacia Plato con órdenes de contener a la población pero esa orden fue cancelada, quizás finalmente ya la situación se había controlado. Partimos del restaurante aproximadamente a las 1:30 pm. La ruta atravesaba los municipios de Apure, Granada y Ariguaní (El Difícil), todos estos municipios del Departamento de Magdalena, muy solitarios y despoblados, al menos esa fue la impresión. La carretera estaba imposible con esa cantidad de huecos, de todos los tamaños y en todas partes, en nuestro carril y en el contrario. Era peligrosa la vía porque los camiones de repente y sin previo aviso se metían en nuestro carril por esquivar huecos, o a uno le tocaba ir por el carril contrario y arriesgarse un poco. Los camiones por lo general no bajaban la velocidad, así que tocaba mirar hacia todos lados. Para mí fue estresante andar por esa ruta, el cansancio mental de ir rápido y luego maniobrar rápidamente o detenerme para esquivarlos, o sobrepasar tractocamiones en medio de esas condiciones. Era tal la cantidad de huecos que el espejo izquierdo de la Vivax se aflojó y quedó pendiendo. Finalmente, y ante nuestros ojos, pudimos cruzar el límite con el Departamento del Cesar, y allí, más adelante, estaba por fin Bosconia, con un aviso verde grande: Santa Marta en dirección norte (a nuestra izquierda), Bogotá en dirección sur (a nuestra derecha).
Llegada a Bosconia...
Llegada al Hotel en Curumaní (Cesar)
En el Hotel...
Atardecer desde Curumaní (Cesar)
Ese recorrido se hizo entre bastante tráfico, pero la moto dio para hacer ocasionalmente sobrepasos. A propósito, encontramos hospedaje muy confortable en Curumaní, con camas ortopédicas, apenas hechas para el esfuerzo de ese día. Al encontrar el hotel, básicamente se me acabó mi cansancio mental: podía haber jugado un partido de micro por la euforia que sentía. Habíamos llegado en una pieza, sin ningún problema a pesar de algunas dificultades. Teníamos además una buena carne para la comida y Discovery Channel para conciliar el sueño. Noche absolutamente despejada y estrellada. Gracias a Dios, estábamos tan cerca de llegar, aunque en lo personal sentía nostalgia del mar, y todos los paisajes que había recorrido hasta este punto.
Día 8 (Enero 9 de 2012): Curumaní(Cesar)-Bucaramanga (Santander)
Distancia aproximada: 275 km
Pensé que eran 272 km, pero no, técnicamente era un poco más de 275 km entre Curumaní y Bucaramanga, pues kilómetros más adelante estaba el aviso de distancia. Milagrosamente, amanecí con el dedo sin amoratamiento y mucho menos inflamado, lo que facilitó el viaje: amanecí además bastante relajado, plácido. Acordamos la noche anterior levantarnos temprano para salir a las 6 am, y así no encontrarnos con el tráfico de todos los que se devolvían de la Costa. No obstante, nada más que una ilusión, el tráfico era bastante, demasiados carros yendo en dirección sur, y cosa curiosa, casi la misma cantidad de carros en dirección norte: según nos explicó el dueño del Hotel, esto se debe a que ese lunes festivo terminaban las vacaciones de los funcionarios públicos, de los profesores y demás trabajadores, pero empezaban las vacaciones de los comerciantes. En fin, César decidió ir lo más rápido que podía, en cambio yo decidí ir a velocidad crucero. Quise curiosear una vez más ese camino y por otro lado, no tenía mucho afán en llegar: a decir verdad, era poca la ventaja que César podía sacarme debido al tráfico. A la postre, de Curumaní partimos aproximadamente a las 6:10 am, y llegamos a Aguachica a las 8:10 am. Desayunamos, y nos tomamos algún tiempo entre charla y consulta de mapa. De Aguachica salimos casi a las 9:00 am, y ya, a las 10:20 am estábamos en San Alberto.
Tanqueada en Aguachica (Cesar). Atrás quedaban casi 2.000 km
Llegada a San Alberto (Cesar). Allí básicamente concluía la historia...
Sabíamos que prácticamente allí terminaba la aventura, ahora debíamos
preocuparnos por la carretera: allí comienza la Cordillera Oriental, empieza
Santander básicamente. Por tanto, el ascenso lo tomamos de forma calmada,
habían tantos carros que sobrepasarlos entre esa cantidad de curvas era
difícil, así que simplemente seguí el ritmo del tráfico. Nos adelantábamos
únicamente en las muy ocasionales rectas. El ascenso es tedioso: todos los
huecos y defectos de la vía estaban básicamente en nuestro carril. Se sabe que
se ha llegado a Santander porque tiene las peores vías del país (una lástima).
En el ascenso, perdí contacto visual con César; arribé a El Playón y a Rionegro
relativamente pronto, pues ya a las 12:30 había pasado por el puente Suratá.
Finalmente, llegué a casa a la 1:20 pm. César ya había llegado algunos minutos
antes a su casa: al comunicarme con él le pregunté: “¿Cuántos kilómetros
recorrimos?”, a lo que me respondió: “2152”.
Para dejar esta
bitácora concluyo que todos los que tengan moto, cualquiera que sea, grande,
pequeña, bonita, fea, sofisticada o corriente, pueden hacer este viaje: de
hecho, sólo se necesitan ganas. Y para los que creen que es cansón, a decir
verdad me pareció más cansón viajar en bus: uno en moto simplemente se detiene
cuando desea y así puede ser más llevadero el viaje: además, no se está con el
afán de llegar al destino, sino de disfrutar el recorrido. Es recomendable
hacer estiramientos también en la moto, y no habrá ningún problema. La Suzuki
Vivax 115 es una muy buena máquina. Dos hazañas entre muchas debo resaltarle a
mi Centella: haber alcanzado a una Yamaha DT 125 que iba a su máxima velocidad,
y no sólo alcanzarla sino dejarla muy atrás, e ir a la par en velocidades máximas
con una Honda CBF 150 en trayectos de hasta 100 km o más. Es una lástima que no
pude llevarla a la orilla del mar en El Cabo, pero bueno, eso es otra cosa.
Recomiendo que viajen seguros, me despido con estas frases obvias pero
necesarias: sepan conducir y no jueguen a ser los superbikers. A mi moto le
modifiqué el tamaño de las llantas, lo cual me dio muchísima más estabilidad al
ser los rines un poco más anchos; antes del viaje acondicionen su moto para un
rendimiento óptimo: sincronización, revisiones técnicas, si es necesario,
cambio de luces, frenos, relación, cadena y neumáticos. Tengan todos los
documentos en orden y vigentes. Eviten conducir de noche y cedan el paso.
Tanqueen gasolina cada vez que puedan: los que tengan un tanque pequeño
asegúrense de observar cuántas bombas hay en el camino, o por seguridad adapten
un lugar en su moto para llevar algo de gasolina. Observen el aceite y los
filtros (la Vivax tiene filtro de aire y de aceite). Lleven todos los
implementos de seguridad y herramientas que recomiendan. Y finalmente, sean uno
con el camino, con los espejos, con las llantas, con el timón, con las curvas,
con el viento y la velocidad: no hay terapia más feliz que ser ustedes mismos
en la ruta. Ser uno con la moto. Respeten las señales de tránsito y no se
desconcentren. No conduzcan con temor, ni pánico. Eviten tomar alcohol en el
viaje o conducir con llenura. Esta fue una grata aventura y un buen
entrenamiento, espero sea el primero de muchos viajes en moto. Hice una promesa
hace años de ir a una ciudad, en el Cono Sur. Bueno, esperamos seguirnos
entrenando para ese reto. No viajen solos, tengan espíritu de compañerismo, y
asegúrense de llegar a destinos seguros, tengan un buen mapa. Gracias a Dios
todo esto salió bien, no hubo ninguna situación de peligro, y llegamos a casa
tal como salimos. Pórtense bien y hasta la próxima… Adieu…
parcero yo tambien vivo en bucaramanga y al igual que ustedes lo mio es viajar en moto, me gustaria contactarme con ustedes para organizar algunos viajes; ademas a mi tambien me trasnocha la idea de llegar a la ciudad mas al sur de américa ushuaia argentina
ResponderEliminarfacebook : cristian vega rangel
Excelente aventura el lunes salgo a la mia en una vivax para el sur del país y luego a Medellín lo publicaré en mi blog WilliamGallardo.blogspot.com
ResponderEliminarmuy chevere aventura yo tengo igual una vivax azul con radio y alarma 2006 azul y mi sueño siempre ha sido viajar con ella si se diera la oportunidad seria super
ResponderEliminarMe tenés aterrado todo lo que andastes en esa moto yo tengo una vivax 115 modelo 2007 y siempre he querido viajar lejos en ella pero me da miedo que no aguante el trote yo la cuidó mucho vivo en cali y lo máximo que me he tirado en ella es a pereira casi 240 km de ida no más que me aconsejas
ResponderEliminarsi no te arriesgas no lograras vencer ese miedo tambien tengo una vivax viaje a bogota desde cartagena bolivar
ResponderEliminary estoy pendiente volver a viajar saludos y bendiciones para todos moto vivax 115
ResponderEliminarExcelente bitácora, me ilustró mucho. Un abrazo
ResponderEliminarExcelente bitácora, me ilustró mucho. Un abrazo
ResponderEliminarAmigo suzuki es suzuki tenga precente la confiansa q es comprar marcas reconocidas
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